Ciclos y juegos en La Regenta: entre el deber y la seducción 

دورات وألعاب في لا ريخنتا: بين الواجب والاغراء

Cycles et jeux à La Regenta: entre le devoir et la séduction

Cycles and games in La Regenta: between duty and seduction

Sabrina Maazouz

p. 179-191

Citer cet article

Référence papier

Sabrina Maazouz, « Ciclos y juegos en La Regenta: entre el deber y la seducción  », Aleph, 8 (4) | -1, 179-191.

Référence électronique

Sabrina Maazouz, « Ciclos y juegos en La Regenta: entre el deber y la seducción  », Aleph [En ligne], 8 (4) | 2021, mis en ligne le 25 juin 2021, consulté le 21 novembre 2024. URL : https://aleph.edinum.org/4988

Son vaivenes, inquietudes y batallas que vive Ana Ozores antes del declive de toda fuerza moral. Inexorablemente, Clarín juega con su protagonista a lo largo de los veintiocho capítulos y la convierte en la adultera inquieta en los dos que quedan. No obstante, Ana no se da cuenta de las intenciones de su creador, pero los lectores entienden el juego y se preguntan sobre su destino manteniendo la esperanza de asistir a un final feliz. Pero Clarín mientras se entretiene con Ana la virtuosa nos prepara para conocer a Ana la perversa. Sin embargo, en nuestro artículo no pretendemos dar juicios morales ni justificar el adulterio, aunque se puede a cierta medida, sino que buscamos localizar a la protagonista entre el deber y la seducción e indagar cómo Clarín logra cambiar sutilmente su posición.

ضع تقلبات ومخاوف ومعارك تعيشها آنا أوزورس قبل أن تتخلى عنها كل قواها المعنوية. طوال ثمانية وعشرين فصل لعب كلاين ببطلة روايته وحولها الى زانية في أخر فصليين. ومع ذلك آنا تبقى منغمسة في خيالها وأحلامها دون أن تدرك نوايا الكاتب. لكن القراء يفهمون اللعبة ويتسألون عن مصيرها على أمل أن رؤية نهاية سعيدة. لكن بينما كلاين يتسلى بآنا الفاضلة يحضرنا لمواجهة آنا المنحرفة. لكن، لا ننوي في مقالنا أن نصدر أحكام أخلاقية كما لا نسعى لتبرير الزنى، رغم أنه من الممكن تخفيف شدة الذنب الى حد ما. لكننا نسعى الى تحديد موقع الشخصية الرئيسية بين الواجب والاغراء، والتحقيق في كيفية تمكن كلاين من تغيير موقفه بمهارة.

Ce sont des hauts et des bas, des inquiétudes et des batailles que Ana Ozores vit avant le déclin de toute force morale. Inévitablement, Clarín joue avec son protagoniste tout au long des vingt-huit chapitres et la transforme en adultère agitée dans les deux qui restent. Mais, Ana ne réalise pas les intentions de son créateur, mais les lecteurs comprennent le jeu et s’interrogent sur son sort, dans l’espoir de voir une fin heureuse. Mais Clarín en divertissant avec Ana la vertueuse nous prépare à rencontrer Ana la perverse. Cependant, dans notre article, nous n’avons pas l’intention de donner des jugements moraux ou de justifier l’adultère, bien que cela puisse dans une certaine mesure, mais nous cherchons à situer la protagoniste entre le devoir et la séduction et à rechercher comment Clarín parvient à changer subtilement sa position.

They are ups and downs, concerns and battles that Ana Ozores lives before the decline of all moral strength. Unavoidably, Clarín plays with her protagonist throughout the twenty-eight chapters and turns her into the restless adulteress in the two that remain. However, Ana does not realize the intentions of her creator, but the readers understand the game and wonder about her fate, hoping to see a happy ending. But Clarín while entertaining with Ana the virtuous prepares us to meet Ana the perverse. However, in our article we do not intend to give moral judgments or justify adultery, although it can to a certain extent, but we seek to locate the protagonist between duty and seduction and investigate how Clarín manages to subtly change her position.

Introducción

Tal vez Clarín no era el autor más reconocido de su tiempo, pero no cabe duda que él llegó a forjar el personaje femenino más complejo de la época literaria a la que pertenecía. Tampoco Galdós, con toda su magnitud, pudo fantasear con una protagonista que equivale a Ana Ozores. (Oleza, 1988: 27). Y aunque la novela era siempre el género preferido de Alas, son dos novelas que llegó a publicar, pero La Regenta por sí sola era suficiente como para otorgarle esta gran notoriedad que sigue teniendo hasta nuestros días.

No obstante, habrá que notar que el éxito de esta novela tiene mucho que ver con la elección acertada del tema: el adulterio. Pero también, habrá que recalcar que Clarín no lo hace por capricho ni para peligrar la moral pública, ya que un buen lector puede entender fácilmente que está ante un novelista que no embellece lo sucedido ni convierte lo prohibido en placer, porque simplemente Clarín reduce el adulterio en una escena temporalmente corta y brevemente descrita. Son el proceso entero de tal aberración moral y social, las manipulaciones del autor y sus juegos de localización que imperan la novela y justifican su voluminosidad.

1. Ciclos y juegos en La Regenta

Ana Ozores no sabe si va a caer o no, y si cae será cómo, dónde y para cuando. Por los tres años que componen el discurso narrativo ella vive- igual que en toda su vida- intensos delirios, exaltaciones apasionadas y sueños con frenesí que alteran su posición entre el pudor y el error, entre mantenerse fiel y cometer adulterio. Hemos notado que estas alteraciones continuas son las que convierten La Regenta en una novela de ciclos y juegos.

1.1. El primer ciclo: el juego de la imperturbabilidad

Desde el principio, el narrador nos presenta Ana y se enfoca en contar su historia y las razones por las cuales se casó sin amor. Rebuscando en el pasado, ella se recuerda de una experiencia que la sigue atormentando hasta el presente. Cuando era una niña de diez años se fue con su amigo Germán en un barco y pasaron juntos una noche inofensiva debido a la imposibilidad de volver en la misma noche. Pero nadie aceptó su inocencia y el recuerdo de esa culpa infundada todavía es tan fresco. “ se recordaba sin querer de la barca de Trébol, de aquel gran pecado que había cometido, sin saberlo ella, la noche que pasó dentro de la barca con aquel Germen, su amigo...” ( Alas, 1999:133). Tal escapatoria no sólo significó el etiquetamiento eterno para Ana, sino también su encarcelamiento doméstico presidido por su aya Camila. 

En el primer ciclo, entendemos que desde la infancia Ana tenía una noción deformada de la culpabilidad, ella se avergüenza de lo que hizo bajo la influencia de su sociedad que hiciera que ella sintiera la deshonra, y por no entender nunca dónde reside exactamente el error en su acto ella perdió la capacidad de distinguir entre lo correcto y lo indebido. Siendo inocente, Ana crece con esta opacidad moral que se acrecienta en la ausencia de una madre. 

Una vez que termina la visualización infausta de aquella reminiscencia, entra en una crisis nerviosa. Ana padece histeria, y a pesar de que este término apareció con Freud y Breuer diez años después la publicación de la novela (1885), todos los síntomas indican a la presencia de este trastorno en Ana, que la acomete despiadadamente cada vez que siente el peso acumulado de su triste pasado fusionado con su miserable presente. Por ello, es menester recalcar que la histeria tiene mucho que ver con la identidad de Ana Ozores, "es el andamiaje de La Regenta" ( Aldaraca, 1990: 55).

Sola en su dormitorio, el lector ve Ana sufriendo el primer ataque histérico que ella comparte con él, y sintiendo la cercanía de un nerviosismo ella llama a su marido porque " sí, estaba mala, iba a darle el ataque; había que llamar"( Alas, 1999:140), y aquí entendemos que su estado psicológico es crítico y que el esposo acomoda la casa para atender velozmente a su histérica mujer. Pero, tanta ternura nunca llega a erotizarse, ya que Víctor Quintanar no ve en su esposa más que una hija enferma y frágil, que si ella le busca como hombre, él interpreta su sensualidad como reacción patológica, y como una petición que contradice la normalidad.

Irónicamente esta mujer rechazada por su esposo se considera como uno de los tres monumentos de Vetusta ( el Oviedo literario). Su belleza acrecienta la singularidad de su virtud. Ella es la mujer más codiciada, envidiada y admirada por su sociedad, pero simultáneamente, es la víctima que quieren aniquilar, como si destruir la solidez de sus valores fuera un reto exquisito. Pero esto no fue siempre el caso, ya que antes de casarse con Víctor Quintanar, el ex-regente de Vetusta, y ganarse el respeto de los vetustenses, nació etiquetada por ser hija de un librepensador y una modista italiana.

Siempre sabía que el matrimonio era su única salida en la ausencia de la riqueza y un prestigioso linaje. Pero esta unión de siete años no merece ser calificada como un matrimonio, sino como un paternalismo, ya que ambos duermen en habitaciones separadas y no tienen ninguna atracción ni comprensión mutua.

Cabe señalar que la concepción que ella ha forjado del amor está llena de clichés, ya que en su infancia tenía una aya libertina y dos tías que materializan los sentimientos. Mientras tanto, y exactamente en el capitulo VII, Álvaro Mesía se prepara para conquistar a Ana, esta mujer que le atrae, y sabiendo que está casada siente la adrenalina del desafío. Él es el donjuán de la ciudad y el ex-amante de muchas aristócratas. Entre ellas, Visitación, quien le ayuda para que Ana caiga en sus trampas donjuanescas. Al principio, esta alianza parece tan extraña e indescifrable, pero Visitación representa la típica mentalidad de la mujer vetustense: busca masacrar el ideal virtuoso que encarna Ana y que vilipendia, sin querer, a todas.

En este ciclo, Clarín hace su primero juego con Ana convenciéndola que solo con la religión ella pueda saciar sus monumentales deseos, sin saber que lo peor aún está por llegar. Ana es ahora la confesada del Magistral Fermín de Pas, quien es el sacerdote más respetado y el peor enemigo del seductor Alvaro. Esta animadversión involucra a Ana en sus detalles y la convierte en el trofeo que cada uno quiere poseer a toda costa.

1.2. El segundo ciclo: el juego de la fuga

Hasta el capítulo IX, Clarín detiene sus juegos dejando que todo funciona bien a favor de la religión. Ana está impresionada por el carisma y la elocuencia de Fermín, pero en medio de ese capítulo sucede un giro en la historia. Clarín, decidido, lanza su primer juego y le sitúa a su protagonista cerca del peligro: Álvaro, quien empeñado y con buena estrategia, inicia su conquista e intenta suavemente hacerse notar al ver a Ana caminando con su criada y la acompaña hasta su casa.

Exclamó: “-¡Qué monísima! ¡qué monísima!... Ana fingió no oír, pero sus ojos la delataron, y brillando en la sombra, buscando a don Álvaro que había retrocedido un paso en la obscuridad, le pagaron con creces las delicias que aquellas palabras dejaron caer como lluvia benéfica en el alma de la Regenta”. ( Alas, 1999: 316)

En el siguiente capítulo, Ana no deja de acariciar la tentación consabida que se intensificó con su encuentro con Álvaro, y siente más acelerados sus pensamientos y sus angustias, ahora siente la frustración conyugal más que nunca antes porque acaba de saborear la dulzura de la seducción, que solo la pujanza de un ataque nervioso puede sacarla de su abstracción.

Pero Clarín insiste en sus juegos y atormenta el alma de su criatura trayendo el peligro hasta su espacio íntimo. Álvaro está allí llamando por su nombre tras la puerta de su casa, y con su voz multiplica el miedo de Ana quien corre a su vestíbulo como si sus paredes fueran su cobijo de la inmoralidad. Irónicamente, cuando regresa el marido del teatro, sugiere que salga con Álvaro para divertirse y mejorar su estado psicológico. No obstante, Ana sabe lo que su marido ignora y mide la peligrosidad de la dirección que acaba de tomar su mente. Por ello, y para escaparse del juego de su creador, escribe urgentemente una carta a su confesor pidiendo ayuda sin nunca desvelar la naturaleza de su ansiedad: “necesito ver a usted antes ; necesito reconciliar. No crea usted que son escrúpulos de esos contra los que usted me prevenía; creo que se trata de una cosa seria. ...”. ( Alas, 1999: 362).

1.3. El tercer ciclo: el juego del fingimiento

Ahora estamos en un ciclo diferente donde Ana quiere salvarse antes de que sea tarde. Al día siguiente, se celebra el cumpleaños del hijo de los marqueses, y en su palacio se reúnen todos los personajes importantes. Nos enfocamos en el triángulo presente; Ana, Fermín y Álvaro. En el banquete estos dos hombres oficializan su rivalidad sobre Ana. Pero en contra de todas las expectativas, brota en Fermín cierto tipo de admiración prohibida por Ana, no como una devota sino como una mujer. Es en este instante que Fermín se deja llevar por sus sentimientos, percibiendo en su hermana del alma una mujer que le seduce, sin tener nunca la intención de hacerlo, con su pureza y candidez. Habrá que señalar en esta parte de nuestro artículo que a Clarín no le interesa el tema del cura enamorado, ni Fermín como personaje primordial en la historia, porque su ausencia no anula el adulterio, aunque lo acelera ( Durand, 1984: 22). No obstante, es un personaje sumamente desarrollado y elaborado. Clarín le dedica largos capítulos en las que detalla su naturaleza incluso la otra oculta: " este fingimiento era en él segunda naturaleza. Tenía el don de estar hablando con mucho pulso mientras pensaba en otra cosa." ( Alas, 1999: 371). Y a pesar de que él no forma parte del triángulo adulterino y no es plenamente un protagonista, Clarín descarga en él toda su rabia hacia su sociedad convirtiéndolo en la cara del fariseísmo y la duplicidad. Durand señala que « las creencias religiosas de este cura, su uso de la religión y el papel del confesionario y la confesión cumplen una función primaria en la trama » (1984 : 22). No obstante, lo que marca la diferencia entre estos dos hombres es la actitud de Ana, que mientras su mundo se desmorona tras el previo encuentro con Álvaro, no siente nada por su confesor que no sean el respeto y la veneración. Elle ve en él la salvación y la perennidad de su misticismo. Pero en el banquete Ana actúa en contra de sus verdaderos sentimientos, prestando atención completa a su confesor en detrimento de Álvaro, que está convencido que Ana no le corresponde. 

Álvaro empieza a perder poco a poco su estridente confianza, aquella de un donjuán experto, a favor de un rival que nunca ganará. Mientras tanto: “sobre Ana se proyectan las figuras de don Fermín y de don Alvaro, que la asedian y la cercan, cada uno según sus posibilidades y circunstancias de confesor (...) y de amigo (...)”. ( Bobes, 1984: 46). Pero detrás de la aparente solidez moral de Ana existen la fragilidad y el miedo efervescente de caer en el pecado.

1.4. El cuarto ciclo: el juego de la obsesión

Álvaro no es un hombre que acepta fácilmente la derrota, y teniendo la certeza de que él es un seductor experimentado y capaz de cumplir con sus misiones donjuanescas, se arma de coraje y se dirige en caballo a la casa de su amada. Ana, en el balcón, sostiene la mirada enamorada de Álvaro y permite que sus ojos se desnudan y confiesan pasiones hasta entonces bloqueadas por el temor y el pudor.

Ana, nerviosa, vio aparecer a don Álvaro como un náufrago puede ver el buque salvador que viene a sacarle de un peñón aislado en el océano. Ideas y sentimientos que ella tenía aprisionados como peligrosos enemigos rompieron las ligaduras; y fue un motín general del alma, que hubiera asustado al Magistral de haberlo visto, lo que la Regenta sintió con deleite dentro de sí. ( Alas, 1999:522)

Y mientras que hablan viene Víctor e rompe los hilos invisibles del amor recién liberado, e ingenuamente pide la ayuda del futuro amante de su mujer para que la convenza de ir con ellos al teatro. En fin, todos se encuentran ahí para ver la pieza teatral Don Juan Tenorio.

En este ciclo, Ana se contenta con la idea del placer y no se siente culpable. De repente la religión pierde su peso obstaculizador, y ni siquiera le viene el recuerdo de su confesor. Al iniciar la teatralización del drama, “ Anita comenzó a comprender y sentir el valor artístico del D. Juan emprendedor, loco, valiente y trapacero de Zorrilla” ( Alas, 199: 582). Ella se siente localizada en otra época que no parece a la suya, y tristemente lamenta no haber nacido mucho antes " Tal vez en aquella época fuera divertida la existencia en Vetusta; habría entonces conventos poblados de nobles y hermosas damas, amantes atrevidos" (Alas, 199: 538).

Aquella comparación entre las bellezas medievales y la mediocridad vetustense era, para ella, un golpe de abatimiento. Doña Inés se parece mucho a ella como si fuera una señal de Clarín para alertarle de sus juegos. Y de repente se descifran los códigos que vinculan el drama con su propia vida:

Ana se comparaba con la hija del Comendador; el caserón de los Ozores era su convento, su marido la regla estrecha de hastío y frialdad en que ya había profesado ocho años hacía... y don Juan... ¡don Juan aquel Mesía que también se filtraba por las paredes, aparecía por milagro y llenaba el aire con su presencia! ( Alas, 199: 539)

Así que Clarín la acerca más que nunca al adulterio, a tal punto que ella misma siente la cercanía del peligro, ya que no deja de verle en sus sueños, pronunciar su nombre, e incluso se atreve a faltar una sesión confesional con Fermín. “ Ana se había olvidado del Magistral desde la tarde anterior” ( Alas, 199: 548), y niega confesar con él, ya no puede sostener la mirada de su confesor "con estas ideas... con esta revolución del alma"( Alas, 199: 549). Por ello, ella se esconde dejando al abandono su religiosidad.

1.5. El quinto ciclo: el juego del resarcimiento

Aquella aparición del don Juan en la casa de Ana extirpó la presencia majestuosa de Fermín en la conciencia de su hija predilecta. Pero ahora la visita imprevista del confesor hizo recuperar las fuerzas morales pérdidas anteriormente a favor del rival, porque Fermín no es un hombre conformista, ya que al descubrir que Ana estaba en el teatro, se dirige a su casa cargado de su rabia y celos. Le comunica que en el día de Todos los Santos, el teatro es prohibido para una devota como ella, y que todos los vetustenses comentan su rebeldía. 

Fermín usa la religión para recuperar a Ana, pero sobre todo para dominarla, ella es su herencia, y se puede decir que a cierta medida consigue su objetivo, ahora Ana confiesa su error y tiene la disposición de recompensar aquella temeridad multiplicando las citas con su confesor: “ Doña Ana sintió terribles remordimientos por haber engañado y olvidado a aquel santo varón” ( Alas, 199: 633)

Pero, Ana no cumple con todas sus promesas ya que a ella le incomoda salir cuando llueve, mientras tanto, Fermín empieza a perder paciencia. Pero afirmamos que este es un nuevo ciclo porque Clarín hace otro juego bloqueando a su protagonista entre el deber y la seducción. Ella sabe que un paso atrás le costará su felicidad y un paso adelante acabará con su honor.

Mientras que pasan los días crece la rabia de Fermín y le ruega a Ana que deje de humillarle ante los vetustenses con su falta de compromiso. Ana responde afirmativamente a la llamada, pero cuando ella empieza a deshacerse de la idea del adulterio, Álvaro se convierte en el amigo de Víctor. Sin duda la repentina amistad es una parte del plan donjuanesco para normalizar su presencia en la casa de los Ozores. Pero inútilmente, al menos por el momento, ya que Clarín cambia su opinión y hace que Ana se da cuenta de su error, y la convierte oficialmente en devota cuando ya estaba al borde de la caída: “ habló el Magistral para exponer el plan de vida devota a que había de entregarse en cuerpo y alma su amiga” ( Alas, 199: 567)

1.6. El sexto ciclo: el juego del misticismo

Viene el verano, y todos se van en busca de un recreo en otra ciudad menos Ana. Pero a pesar de la persistencia tenaz de su frustración ella se siente asegurada porque el peligro ( Álvaro) ya no está en Vetusta, e incluso su compromiso religioso la hace más admirada por su hermano del alma ( Fermín). Dice, como la máxima expresión de su sumisión: “Señor, yo haré todo lo que usted diga, iré cuando usted me indique; mi confianza absoluta está puesta en usted. A usted solo en el mundo he abierto mi corazón” ( Alas, 199:556)

Ella se encuentra en el súmmum de su religiosidad y se esfuerza para resistir la tentación. Y aunque Visitación la intenta descaminar, ella finge ser la indiferente. Pasa el verano y Ana se recupera. Mientras que Fermín : “ visitaba a menudo a la Regenta, y estaba encantado de los progresos que la piedad más pura hacía en aquel espíritu” ( Alas, 199: 672)

1.7. El septo ciclo: el juego de la nostalgia

En la catedral todos se reúnen para celebrar La Misa del Gallo, y Ana al ver Álvaro después de mucho tiempo le vuelven los impulsos de siempre. Clarín engaña a su protagonista quien se cree tener el control sobre sus sentimientos, pero todas aquellas murallas que había construido en el verano se desmoronan ahora en el invierno con la simple presencia de Álvaro. Consciente de su fragilidad, piensa en la idea de satisfacerse con su propio marido pero se congela al verle y se evapora la intención:

Iba la Regenta al cuarto de su marido con ánimo de conversar, si estaba despierto, de hablarle de la misa del gallo, sentada a su lado, sobre el lecho. Quería la infeliz desechar las ideas que la volvían loca, aquellas emociones contradictorias de la piedad exaltada, y de la carne rebelde y desabrida; quería palabras dulces, intimidad cordial, el calor de la familia... algo más, aunque la avergonzaba vagamente el quererlo, quería... no sabía qué... a que tenía derecho... y encontraba a su marido declamando de medio cuerpo arriba, como muñeco de resortes que salta en una caja de sorpresa.... La ola de la indignación subió al rostro de la Regenta y lo cubrió de llamas rojas. Dio un paso atrás Anita, decidiendo no entrar en el teatro de su marido. ( Alas, 199:756)

Pero habrá que esperar hasta el siguiente juego, porque el episodio en que se intensifican sus miedos afrodisíacos es el baile de la polca, al que asiste con el permiso de Fermín. Aquella noche, Víctor insiste en que Álvaro baila con su mujer. Él tiende la mano a Ana, y ella, oscilante y callada, se deja envolver en sus brazos. Súbitamente, pierde los sentidos y se desconecta del mundo que se desvanece por la fuerza placentera de aquella cercanía física. Ana era como un cadáver, se paraliza por la sensualidad que le ofrece estar entre los brazos de Álvaro, y cuestiona los términos de la moralidad ¿ acaso esto es un pecado? y si un mero baile le puede procurar tanta delicia, ¿ como será una relación completa?

También Álvaro hace su propio razonamiento, que no es nada inocente: “acariciando con el deseo aquel tesoro de belleza material que tenía en los brazos, pensaba.... «¡Es mía! ¡ese Magistral debe de ser un cobarde! Es mía.... Este es el primer abrazo de que ha gozado esta pobre mujer»” ( Alas, 199:781) No obstante, Ana se desmaya por la energía de los brazos que pasan suavemente tocando partes inéditas de su cuerpo.

Sin demora, los vetustenses airean la noticia y Fermín, ofuscado por los celos, huele la traición y la ingratitud de quien no le debe nada, y al ver a Ana en la casa de Petronila se delata ante ella y deja ver su enamoramiento. No se sabe qué estaba esperando él tras una revelación tan descabellada, pero Ana siente asco y se aleja sin mirar atrás, y piensa: “ ¡No faltaba más! ¡qué horror! ¡qué asco! ¡ amores con un clérigo !” ( Alas, 199:881). Y con la caída de Fermín, se ensalza la imagen de Álvaro. Ana compara entre los dos y ve más noble y elegante al donjuán. Porque al menos Álvaro es un hombre libre que la naturaleza y la sociedad le han otorgado el derecho de enamorarse y de gozar los placeres del cuerpo. Pero el otro es diferente y prohibido por el mismísimo Dios. Ahora le parece menos pecaminoso estar con Álvaro, siquiera será repugnante como estar con un sacerdote.

1.8. El octavo ciclo: el juego de la sumisión

Cuando Ana descubre las intenciones perversas de su hermano mayor del alma lo que un lector espera es su alejamiento definitivo, pero en contra de todas las expectativas, Ana regresa a su confesor aun más sumisa que antes. Ahora es una marioneta orgullosa de su propia delicadeza y que promete caminar descalza frente a todos para acallar a los que dudaban de su influencia.

Viene La Semana Santa, y en la Procesión Ana cumple con lo prometido, pero la escena es degradante a tal punto que Víctor prefiere verla con un amante que en tal situación humillante. Ana empieza a adoptar la opinión de su marido y siente penetrar la vergüenza en su espíritu cuando ya se ha consumido el dolor de sus pies:

Aquellos pies desnudos eran para ella la desnudez de todo el cuerpo y de toda el alma. «¡Ella era una loca que había caído en una especie de prostitución singular!; no sabía por qué, pero pensaba que después de aquel paseo a la vergüenza ya no había honor en su casa. ( Alas, 199: 831)

Tantas cavilaciones la agarran a otra dolencia que el médico le prescribe que pase un buen tiempo lejos de los espacios conocidos, y como la pareja no tiene mas propiedades que el caserón, los marqueses deciden prestarles la casa de El Vivero.

1.9. El noveno ciclo: el juego del adulterio

Ahora Ana se libera por completo de los recuerdos nefastos que tuvo con el Magistral, pero siguen en contacto, y le manda las cartas contándole su nueva vida en el campo. Pero aunque la casa está ocupada por Ana y su marido, sus dueños no dejan de organizar fiestas en ella. En una de estas, Álvaro aprovecha la distracción de los invitados en la noche final y va por Ana quien está sola en el balcón.

Este ciclo es el más decidido de todos los anteriores, pues en ello, Clarín consume sus juegos y convierte oficialmente a Ana en una adúltera. El engaño es multiplicado. Ana se creía capaz de resistir pero de repente pierde la fuerza hipócrita de su pudor ante la voz del Tenorio que llama por su nombre, exclamando “Jesús”. Clarín, quien nos prepara los ocho veinte capítulos para asistir a la escena del adulterio, nos es tan tacaño con los detalles. Solo usa dos palabras ( Ana — Jesús) para dar a entender que Ana ha caído en las trampas de Álvaro. Bobes Naves describe la forma con la que el autor quiso comunicar lo sucedido como un código iconográfico porque " ya no se cuenta más, no se describe nada, la simple exclamación es suficiente " ( 1984: 91)

El ciclo del adulterio, a diferencia de otras novelas de la misma temática, no dura mucho tiempo. Ana se entrega a Álvaro en una noche de noviembre, y ambos se separan en los últimos días de diciembre cuando Víctor, igual que toda Vetusta, se entera de la infidelidad de su mujer.

1.10. El décimo ciclo: el juego del castigo

Ana entiende los juegos de su creador, visualiza las consecuencias e inicia un atormentador proceso de remordimiento y de penitencia. Ya no hay posibilidad de retroceder, ahora tendrá que vivir con todos sus sentidos el castigo que ofrece la conciencia y que la sociedad acrecienta. Cuando el adulterio se hace público, Víctor se ve obligado defender el honor de su mujer, pero nunca ha sido su idea sino la de Fermín, quien entiende su impotencia, insta al marido engañado para que se vengue. Pero, muere este en el duelo en contra de Álvaro quien huye de Vetusta para no ser arrestado, dejando a la recién viuda sola en medio de la sociedad cruel que la etiqueta y excluye inexorablemente. Bobes comenta el final de La Regenta:

Con esto ha agotado todos los caminos que la vida le ha abierto y todos con fracaso: su matrimonio es un fracaso ; su vida religiosa es un fracaso; sus amores adúlteros son un fracaso. En ninguna situación encuentra Ana remedio para sus inquietudes, y ya ha agotado sus posibilidades, pues la novela ha cerrado todos los planteamientos abiertos. (1984: 56)

Pasan los meses, Ana se dirige a la iglesia cuando ya había visto cerradas todas las puertas, con la certeza de que la puerta de aquella siempre le será abierta. Lamentablemente, y si el amor divino es incondicional, Fermín no perdona ni tolera la traición de su ex-confesada y la protagonista de sus fantasías amorosas. Ahora la mira con desprecio y odio, y la deja tendida en el pavimento de mármol aunque ella mantiene la misma belleza que con la cual solía atormentar su hombría. Mientras tanto, Clarín sigue con sus juegos hasta la última página de su novela, y burlándose de su propia protagonista le ofrece un beso repugnante del más abyecto acólito.

2. La doble seducción

Se nota que a lo largo de esta trayectoria Ana actúa como una bola de billar que se balancea inconscientemente entre dos fuerzas. Dentro de estos ciclos y juegos se forja la dicotomía clásica de religión y política, siendo Ana usada y abusada sin su consenso para que cada fuerza aplaste a la otra. Si bien, si los rivales tienen buenas o malas intenciones, no es esta la cuestión. Lo importante es que Ana estaba hipnotizada por una doble seducción, hecho que raramente encontramos en las novelas, donde por una mujer casada se pelean simultáneamente dos hombres. Según la ley moral y social, es consabido que nadie de ellos tiene el derecho de tenerla, sin embargo, sabiendo lo prohibido que es el cuerpo de Ana, ambos se empeñen en ser el primero en profanarlo. Mientras tanto, la gran motivación que tienen los dos seductores se reside en su orgullo como hombres y en el miedo de perder su reputación. 

No obstante, no nos arriesgamos a desvirtuar por completo los sentimientos que Álvaro y Fermín llevan por Ana, pero no cabe duda que sus esfuerzos tenaces de seducirla se alimentan del odio y el desprecio que siente cada uno por el otro.

En fin, por culpa de este egoísmo masculino, Ana se involucra en esta doble seducción de dos hombres viles y ruines, que irónicamente ella cree en su nobleza y singularidad varonil. Este idealismo solo puede llegar a desmitificarse con la fuga del amante, Álvaro, y el último rechazo de quien nunca llego a ser un amante, Fermín. 

Conclusión

En definitiva, llegamos a comprobar que Clarín manipula a su protagonista según lo que le dicta su imaginación literaria, pero siempre concordando las circunstancias con el contexto. A través de este estudio, se notan las constantes alteraciones que sufre Ana a lo largo de la novela, y que culminan con su caída moral. Pero hay que señalar que Clarín no juega con malas intenciones, porque detrás de aquella insensibilidad fusionada con su empatía que involucra incluso al lector, él sostiene una causa haciendo que las agitaciones que sufre Ana siempre se vinculan con un factor exterior. Ya que al adulterio, que ella asume sola sus consecuencias, participa toda Vetusta. Es gracias a estos juegos que entendemos la condición de una típica mujer decimonónica en España de la Restauración, porque aunque es Clarín quien rige estos juegos, es la sociedad quien los alimenta.

Referencias bibliográficas

Alas, Leopoldo. [1885]. La Regenta. Madrid. Akal 1999.

Aldaraca, Bridget. 1990. El caso de Ana O.: Histeria y sexualidad en La Regenta. Vol.42, nº 2. http://asclepio.revistas.csic.es

Bobes Naves, Maria. 1984.Teoría general de la novela: Semiología de La Regenta. Madrid. Gredos.

Durand, Frank. 1984. El crimen religioso y ético de Ana de Ozores. Los Cuadernos del Norte: Revista cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, ISSN 0211-0555, Año nº 5, Nº 23. https://cvc.cervantes.es/literatura/cuadernos_del_norte/pdf/23/23_19.pdf

Oleza, Juan. La Regenta y el mundo del joven Clarín. En : Durand, Frank. 1988. La Regenta de Leopoldo Alas. Edición de, el escritor y la critica. Taurus, Madrid.

© Tous droits réservés à l'auteur de l'article